Relato: ‘De la misma madera’ por Road

Relato: ‘De la misma madera’ por Road

Despertó sobresaltado. Miró a su alrededor y sólo encontró una tenue oscuridad. Se preguntó qué hora sería y cuanto tiempo habría pasado allí. Sintió un dolor intenso y levantó la mano para inspeccionar, pero el seco y metálico sonido de una cadena le recordó que las tenía sujetas a los lados de aquel diván. Respiró hondo y trató de mantener la calma cerrando los ojos y concentrándose en los escasos sonidos que llegaban a sus oídos.
Después de un rato oyó un taconeo al otro lado de la puerta y su cuerpo reaccionó con una sorda oleada de dolor. La cerradura crujió y ante la suave luz del sol de la mañana apareció la silueta de ella. Intentó incorporarse, pero la cadena que unía su collar con el respaldo del diván se lo impidió de nuevo. Ese sólo movimiento acentuó el intenso dolor que provenía de su pene así que intentó quedarse lo más quieto posible resoplando a través de la mordaza para calmarse.
Ella se acercó con paso tranquilo y despreocupado, hasta que estuvo a su lado. Sintió una extraña sensación de paz al verla a su lado. Incluso con sus vaqueros y sus botas planas de diario le pareció una diosa. Pero la diosa no había venido a confortarle. Ella le ignoró y se agachó para comprobar la bolsa de la sonda.
—Oh, vaya, vas a buen ritmo. Se ve que las infusiones trabajan bien en esa vejiga tuya de anciano, ¿eh, pequeño?
Volvió a dejar la bolsa de orina en el gancho y se incorporó limpiando su mano sobre el pecho desnudo de él. Intentó tocarla, pero las manos envueltas en aquellas manoplas le aislaban de cualquier sensación de tacto.
¿be bas a gdidar la dsonda, amba? ——balbuceó a través de la mordaza. Ella sonrió fríamente al oír la palabra ‘Ama’ y acarició su cabeza. Con la otra mano recorrió su cuerpo hacia abajo hasta encontrar el pene. Estaba envuelto en una carcasa metálica sujeta con un candado que dejaba justo un pequeño orificio para que la sonda entrase por la uretra. Lo acarició como si se tratase de un tesoro.
—Por supuesto que no. Esto no ha hecho más que empezar. Ya sé que te duele tu pequeño amigo, perro. Pero te quedan aún muchas horas de sonda. Así es la vida, unas se van de compras y comen con amigas y otros se pasan el día sondados y encadenados a un diván… —Sonrió con malicia—. Pero no te preocupes. En realidad todo esto sólo son los preliminares. Después vendré a por mi postre…

Imagen procedente de MenInPain
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Se agachó sobre él y pareció que iba a besar su frente. Se acercó hasta que él pudo sentir su aliento sobre su piel, pero no llegó a rozarle. Su respiración se aceleró con una expresión entre el llanto, la excitación y el dolor. Ella olisqueó su cara sobre la mordaza, bajó por su cuello y sopló sobre sus pezones. El aire hizo el trabajo justo, y se deleitó mordisqueando sin mucho miramiento uno de ellos. Él gimió desesperado hasta que una lágrima cayó por su cara. Ella sonrió con el pezón entre sus dientes y tiró hacia arriba soltarlo de golpe. Apoyó sus mano fuertemente sobre su pecho mientras acariciaba con los dedos la carcasa metálica de su polla, dándole unos golpecitos con la uña y moviéndola levemente a un lado y otro. Él se retorció dolorido, llorando, gruñendo y agitando sus inútiles manos por un segundo. Ella le miró con una sonrisa perversa. Pudo verla borrosamente a través de las lágrimas que afloraron a sus ojos.
—¿Por qué te quejas? Después de todo es un pellejo inservible… Y no, no creas que ya has tenido suficiente demostración… La demostración ni siquiera ha empezado.
Se incorporó y pasó su dedo por las lágrimas que humedecían su cara. Lentamente se lo llevó a la boca y lo lamió.
—Están ricas… una suerte porque me vas a dar muchas más dentro de un rato…
Salió parsimoniosamente de la habitación, dibujando sus caderas al contraluz. Se detuvo un momento en la puerta y miró hacia su esclavo tendido en el diván y aún sollozando de dolor.
—Hasta hoy no habías entendido bien lo que significa ‘servir’. Desde hoy no lo olvidarás jamás.
Salió y cerró la puerta. La oscuridad inundó de nuevo la habitación y el seco sonido de la cerradura pareció sellar el silencio. Se quedó temblando mientras las lágrimas aún deslizaban por su cara y la mordaza le hacía babear sobre sí mismo. Sintió entonces un característico escozor y con frustración no pudo evitar volver a descargar su vejiga sobre la bolsa…
***
La puerta se volvió a abrir. Una luz anaranjada entró en la habitación, y dedujo que era por la tarde. Ella entró en la sala aún con el abrigo puesto y dejó la puerta abierta. Se quitó el abrigo y lo colocó cuidadosamente sobre la consola que estaba junto a la pared, para dirigirse a él, que gemía dolorido. Dejó el bolso en el suelo un instante y le acarició fríamente.
—¿Qué tal está pasando el día el nene? Seguro que no tan bien como yo, la comida de ese sitio nuevo está riquísima, la decoración es preciosa y los camareros monísimos… —Sonrió—. Pero ahora empieza la fase dos de los preparativos —dijo con tono juguetón.
Comprobó que la bolsa estaba llena, sacó una pinza del bolso y la colocó en el tubo apenas a unos centímetros de su polla. Después lentamente comenzó a sacarla de la uretra mientras él gemía mordiendo la mordaza como si quisiese partirla en dos.
—No es para tanto, no te hagas el blando. Cuando nos conocimos me dijiste que eras muy duro, no vayas a ser un melindres ahora… —le dijo mientras se levantaba y colgaba la bolsa de uno de los ganchos de la lámpara de pie que estaba junto al diván.
Se agachó detrás de su cabeza, reclinó el mueble hasta dejarlo completamente horizontal, y después soltó el candado que sujetaba su collar a la estructura. Hizo lo mismo con las muñequeras y le dio una palmada.
—Vamos levanta de ahí —indicó con la mano en un gesto de premura.
Él se levantó torpemente, temblando y dolorido. Apenas se hubo separado del mueble, ella colocó el cojín cabecero en el centro y apuntando con el dedo le dijo:
—Vamos, túmbate aquí otra vez, la polla sobre el cojín, ¿te crees que soy tu sirvienta y tengo todo el día para ti?
Él se tumbó aturdido y todavía amordazado, y ella se apresuró a volver a atar las muñequeras, el collar y las tobilleras a los laterales del diván. Quedó tumbado boca abajo, con el culo levantado, y expuesto. Respiraba aceleradamente, y ella acarició su espalda mientras rebuscaba en el bolso. Finalmente sacó un pequeño plug dentro de una bolsa de plástico.
—¿Crees que será suficientemente grande, o se te escapará de tu culo, nene? —dijo vocalizando mientras ponía el plug delante de sus ojos—. En realidad da igual, no tienes elección…
Sacó el plug de la bolsa y escupió sobre él, cubriéndolo después con la mano de saliva. Él gimió tembloroso al sentir la punta del plug en su culo, y cerró los ojos tratando de concentrarse en relajarlo. El aparato se abrió camino hasta quedar encajado. Le dio un par de sonoras palmadas y después bajó el tubo de la bolsa de orina hasta conectarlo con el orificio que el plug presentaba en su parte trasera. Los ajustó, se aseguró de que estaban unidos, y volvió a colocarse delante de él…
—Bueno, perro. Tu propia orina será suficiente para limpiar tu culo por dentro. Si eres listo sabrás lo que viene después… aunque, ¿eres tan listo como decías, licenciado? —le dijo sonriendo delante de su rostro congestionado y amordazado.
Dio dos pasos hacia la bolsa y abrió una pequeña rosca. La orina comenzó a bajar muy lentamente en dirección al plug. Cogió el bolso y el abrigo y se acercó de nuevo a su cabeza. Pudo ver cómo sollozaba babeando a través de la mordaza sintiendo el calor y picor de su propia orina entrando en su culo. Se besó la mano y la puso sobre su frente.
—No te preocupes, después de que me duche y cene vendré a terminar contigo…
Al cerrar la puerta la oscuridad volvió a la habitación.
***
Sentía el tiempo como una masa densa que se agarraba a su cuerpo. Le parecía haber engordado cien kilos desde que se había levantado aquella mañana. El enema le había dejado en tensión, agotado, crispado. Ella nunca había sido tan dura con él. Le tapó los ojos y le llevó andando de rodillas con las manos atadas a la espalda hasta el baño para que soltase el líquido, y después le había llevado de nuevo al diván donde le había atado otra vez. No le destapó los ojos hasta que no estuvo tumbado de nuevo, pero le había dejado el plug puesto.

Imagen procedente de MenInPain
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Con un plug en el culo y la polla enjaulada… firmaría porque esa fuese toda la humillación que le esperaba para aquel día, pero temía que no eran sino los preparativos. La mandíbula resultaba peor que un dolor de muelas después de todo el día encajada en su boca y las babas habían dejado pringoso su cuello y su pecho.
Dejó reposar su cabeza sobre el diván y cerró los ojos tratando de encontrar algo de calma, cuando la puerta se volvió a abrir. Ya no entraba la luz del ocaso, pero era incapaz de decir qué hora era. Pudo distinguir la silueta de ella con una bolsa de viaje en su mano derecha. Encendió las luces de la sala, tres rojizas lámparas de pared en las esquinas. Ceremoniosamente cerró la puerta y se acercó hasta la pequeña consola que se encontraba en un lateral, donde dejó la bolsa.
Al acercarse a la lámpara pudo verla con claridad. Un sencillo corsé que ceñía la cintura por debajo del busto, sus botas de tacón y un sencillo conjunto de lencería negro. Del cajón de la consola sacó un paquete de tabaco, encendió un cigarro, cogió la silla por el respaldo y la arrastró hasta estar junto al diván, donde se sentó con las piernas cruzadas. Fumó en silencio por un instante contemplándolo… Sopló el humo hacia su cara y comenzó a hablar antes de terminar la fumata.
—Hay que ver en lo poco que se queda un hombre con su polla enjaulada y un plug en el culo… —Sonrió con superioridad—. Tanto presumir… ¿te acuerdas de los mensajes? —preguntó con tono dulce—. Espera, que te los voy a leer, guárdame esto —dijo apoyando el cigarro sobre su pecho con una sonrisa cruel mientras él contenía su respiración.
Se levantó y fue hasta la bolsa, sacó un teléfono móvil y volvió mirando a la pantalla mientras buscaba algo. Cogió el cigarro y se lo llevó a la boca de nuevo.
—Dice así: “Mi polla tiene la solución a todos tus dolores nena” —le miró de reojo, y continuó—, “Te voy a dejar tan satisfecha que no te la vas a poder acabar toda” —volvió a leer con tono irónico—. “Mister Polla siempre te dejará contenta”, me dijiste en una ocasión. Incluso creías que tu polla era taaaan importante que te encantó la idea de hacerme un molde en látex, ¿te acuerdas? —preguntó con una sonrisa—. Espera que la tengo por aquí…
Se levantó de nuevo y en esta ocasión volvió con la bolsa al completo, la puso en el suelo y rebuscó en su interior hasta que sacó un dildo de color blanquecino.
—Aquí está, Mister polla… mirándote de cerca no os parecéis tanto, no —ironizó poniendo el dildo junto a la cara de él, que permanecía asustado e inmóvil.
Acercó el dildo a la carcasa que recubría su polla y dio varios golpecitos sobre ella.
—Al natural tampoco se parecen mucho, ¿verdad?
—Él gimió enloquecido por el dolor, y ella dibujo una amplia sonrisa…
—Me parece que no eres tan gilipollas como para no darte cuenta a estas alturas de que vas a recibir una lección muy dura…
Sonrió y golpeó con sus nudillos la polla de látex con una sonrisa bastante dura, de hecho. Se inclinó levemente y agarró su cara con una mano mientras con la otra restregaba el dildo por su cara.
—El tema es el siguiente: en esta relación no hay más que una polla, y es mía porque la controlo yo. Jamás te atrevas a insinuar que haces nada con tu polla libremente, porque si hace falta te la marcaré a fuego a ver si así te enteras de quien es la dueña aquí.
Se retiró un poco contemplando los ojos de pánico de él, y le cruzó la cara de una bofetada.
—En cuanto a cómo me satisface, desde luego que le voy a sacar mucho placer, pero no de la manera patética que tú pensabas…
Se levantó de la silla y comenzó a desabrochar la mordaza de su cabeza. La retiró lentamente, envuelta en babas y apenas su entumecida boca estuvo libre balbuceó:
Do siendo Ama, perdonabe, de juro que…
Otra bofetada marcó su cara en la otra mejilla
—¿Pero es que te he pedido yo que hables? —contestó ella frunciendo el ceño—. ¿Es que voy a tener que enseñarte los básicos otra vez, perro? ¡Abre la boca y no digas una puta palabra!
Él abrió la boca sollozando y atemorizado y ella metió el dildo tan profundo que él tuvo arcadas.
—¡Sujeta eso ahí, y más vale que no se te caiga! —le ordenó señalando con el dedo.
Ella se inclinó tras el cabecero hasta soltar el candado que sujetaba su collar al diván. Le indicó que se incorporase, y a continuación soltó cada una de las muñequeras de los laterales, atándolas rápidamente tras su espalda, y sujetándolas con un mosquetón a la parte trasera del collar.
—De rodillas aquí —dijo señalando junto a sus pies—, apoya el pecho sobre el diván.
Él se levantó con dificultad. Las piernas le temblaban y estuvo a punto de caer al arrodillarse. Finalmente descansó su pecho en el asiento donde un momento antes estaba tumbado, hasta que la carcasa metálica de su polla hizo sonoro contacto con una de sus patas. Ella rodeó el mueble y de nuevo sujetó el collar a la estructura con un candado. Después volvió a la bolsa que estaba tras él y sacó algo que sonaba a tiras de cuero y piezas metálicas. Caminó de nuevo hasta estar delante de él, que aún sujetaba el dildo en la boca y babeaba sobre el diván. Con mirada gélida le enseñó un arnés. Sin hablar, cogió el dildo con su mano y lo retiró lentamente de su boca girándolo como una golosina. Salió chorreando saliva.
—Por tu propio bien espero que lo hayas lubricado mucho… —le susurró, y comenzó a colocar el dildo en el arnés, y el arnés alrededor de su cintura. Una vez tuvo puesto el strapon, agarró el dildo con fuerza y le miró a los ojos…
—Voy a ver si tu polla es tan buena como para dejarme satisfecha, perro estúpido —dijo mientras él temblaba.
Dio un par de vueltas a su alrededor caminando solemnemente, dejando que los tacones resonaran en el suelo de la habitación. Finalmente se colocó tras él, pisando levemente las puntas de sus dedos con sus botas. Se agachó y tiró suavemente del plug hasta que salió de su culo dejando un bonito agujero. Después, lo acarició con la punta de la polla de látex ensalivada por él mismo, tratando de lubricar la entrada, y penetró con la punta unos centímetros. Se inclinó sobre su espalda y le agarró del pelo tirando de su cabeza hacia detrás para susurrarle al oído.
—Darte por culo con un molde de tu propia polla, mientras tienes la de verdad enjaulada en un CB… ¿Te parece suficiente lección para que entiendas que todo tu cuerpo ME PERTENECE, perro? —. Y comenzó a empujar lentamente el dildo dentro de su culo con su cadera.

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Ilustración procedente de MenInPain

Empujó despacio, retrocedió un poco y volvió a empujar, abriéndose camino dentro de su ano mientras el lloraba en silencio, repitiendo este movimiento varias veces, haciendo que el CB golpease contra la pata del diván produciendo un rítmico sonido. Al fin hundió el dildo por completo hasta que el arnés tocó en su piel. Se mantuvo dentro unos instantes, sintiendo cómo él agitaba sus manos atadas y respiraba aceleradamente con los ojos cerrados, humillado y poseído.
Arañó su espalda detenidamente mientras aún balanceaba sus caderas para mover el dildo en su culo, llenándola de marcas como un mapa de carreteras. Después deslizó su mano debajo de su cuerpo hasta agarrar la polla enjaulada en el CB y tiró de ella suavemente. Arrastró su cabeza un poco más hacia atrás y se inclinó para susurrarle al oído:
—Aquí no hay más que una polla, y sólo la controlo yo, ¿lo entiendes ahora cariño…?

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